A veces, sonreír es la mejor forma de contribuir a cambiar el mundo.

sábado, 3 de agosto de 2013

Impersonal


Quiero ser y no quiero ser. Quiero estar y desaparecer, cambiar y permanecer. Quiero ser imposible de conjugar.

Quiero llover ¿Por qué no puedo llover? Llover a cántaros cuando estoy triste. Dejar caer las gotas que brotan de mi nube y que caigan una a una sobre las personas que duermen en la calle, y sepan que también estoy llorando con ellos. Llover hasta olvidar, hasta no recordar, hasta inundar de agua las calles y no poder salir de mi casa, y disfrutar esa soledad, como un niño que se arma un refugio con sábanas para aislarse del mundo. 

Tronar. Tronar muy fuerte para sacar toda la bronca desde adentro. Ensordecer a todos con esos gritos, para que me escuchen, para que se queden callados, para que tengan miedo, para que me imiten los que nunca pudieron gritar.

Tirar algún que otro rayo sin dañar, sólo para descargar a tierra los nervios, la angustia y la bronca. Tirarlo bien lejos, como un atleta con la jabalina, y que cruce el cielo de punta a punta. Que rebote contra las ramas del tronco de un caldén y las separe, como se separa una madre de su hijo y lo deja volar sabiendo que son dos, pero que algún día fueron uno solo.

Y quizás, si estoy muy enojado y no me alcanza con los rayos, armar con mis manos granizo y piedras para tirarle a los que están más abajo.

Quiero poder nevar. Caer lentamente en miles de copos. Que el viento me empuje, sentir el aire rozándome, adivinar mi punto de aterrizaje. Nevar tranquilo y verme por la ventana mientras la desempaño y bebo un sorbo de café. Convertirme en muñeco de nieve, o ser el colchón de un oso polar, o la alfombra de algún nene que quiere dibujar un ángel. 

Y cuando me aburra ser una ventisca que sople todas las nubes y empuje los barcos del otro lado del mar.
Estar parcialmente nublado, con probabilidades de chubascos. A veces, alegre. Otras, triste. A veces sin humor, a veces sonriente. La incertidumbre hecha tiempo. Levantarme el ánimo haciendo llover y ver cómo la gente abre el paraguas, camina bajo los techos y pisa baldosas flojas. 

Recuperar la alegría para estar soleado. Lleno de luz para dar. Sonreír y brillar. Abrazar para calentar. Bailar y subir la temperatura. 

Y al final del día anochecer, despacio, sin apuros, entregando lo último que queda de mí. Morir feliz y pleno, suspirando. Sabiendo que tengo una nueva oportunidad de amanecer, de volver a empezar, de volver a nacer. Sin memoria, sin historia, empezar de cero.

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