A veces, sonreír es la mejor forma de contribuir a cambiar el mundo.

martes, 25 de junio de 2013

Mis muelas y las tribus

Llegué y la sala de espera estaba vacía. Me senté en una silla individual que había en una esquina para evitar que, por esas casualidades se llenaba de gente, no iba a tener a nadie sentado al lado. Agarré la pila de revistas que había en una mesita de vidrio a mi lado, y busqué alguna para leer. Farándula, farándula, implantes dentales, farándula, política, ecología, farándula, economía, agro, farándula.
Es increíble la cantidad de revistas de chusmerío que hay en un consultorio. La gran mayoría de los famosos sonriendo, y vos mirándole la sonrisa que tienen en la foto y pensando: “La puta madre, este forro tiene toda la plata y los dientes perfectos, y yo acá esperando a que me arreglen una muela. Y después como no puedo reprochar de lo dormido que tengo los labios por la anestesia, me fajan con el precio.”
Deberían tener una fecha de vencimiento esas revistas de farándula. No puede ser que agarres una y hable de la separación de Marcelo Tinelli y Paula Robles, de la caída de la Pradón del balcón, muestren a Luciana Salazar sin operar, o Susana Giménez flaquita. Son cosas más viejas que Mirtha Legrand y China Zorrilla juntas.
Tendría que haber libros en los consultorios. Libros de cuentos cortos o poesía. Dos o tres páginas cada uno, no más. Para que el que espera pueda leer algo productivo y se vaya a su casa sabiendo alguna historia de Poe, o alguna poesía de Whitman, antes que enterarse que Fort le regaló un tremendo auto importado, que vale más que lo que vas a ganar en toda tu vida, al flaco que se está moviendo.
En eso encuentro un suplemento de cultura de vaya uno a saber qué diario. Esos típicos suplementos que los Domingos son un estorbo y terminan siendo usados para apoyar la pava del mate mientras lees las noticias del Clarín. Ese mismo suplemento, en un consultorio, puede ser tu salvación del aburrimiento.
Lo empecé a ojear y me llamó la atención un artículo sobre las tribus Kayan de África. Las mujeres “Padaung”, una minoría étnica de esta tribu, son las tan conocidas “Cuello de jirafa”, que se ponen anillos de metal alrededor del cuello. Esos anillos van presionando poco a poco la clavícula hacia abajo haciendo que parezca que tienen el cuello más largo, pudiendo llegar a aumentar 30 centímetros el tamaño de su cuello.
Descartando los problemas cervicales y de salud que esta práctica puede traer, me puse a pensar, posando mi mirada sobre la pared blanca del consultorio, en las ventajas que podría tener esta práctica en nuestra sociedad:
- No te manchás más el pantalón con el jugo del choripán cuando comés parado.
- No quedan manchas de empanada en las remeras blancas producto de las salpicaduras.
- No tenés que agacharte a saludar a alguien que está sentado, con sólo estirar el cuello basta.
- Podés ganar los 100 metros llanos contra Bolt si estirás la cabeza un metro antes de llegar a la meta.
- Podés hacer apuestas a que te podés lamer el codo y ganar mucha plata.
- Podés comerte las uñas de los pies si no encontrás el corta uñas.
- Si tenés un/a novia/o más bajo que vos, no necesitás flexionar las rodillas, para darle un beso.
- Si tenés un/a novia/o más alto que vos, no necesitás ponerte en puntitas de pie y que se te acalambren los gemelos.
- No te perdés en el boliche porque podés elevar tu cabeza por sobre la gente y encontrar a tus amigos.
- Si jugás al fútbol podés darle más recorrido a tu cabeza para cabecear, lo que hace que la pelota salga más rápido cuando la impactes.
- Podés hacer más notorio y expresivo el movimiento de pera que hacés cuando querés buscar roña mientras decís: “¿Qué mirá’ gil?”
- Es más factible que ganes al Twister cuando tengas que apoyar la oreja en un color que te quede lejos.
- Podés mirarle el culo a tu novio/a cuando lo estés abrazando.
- Por fin vas a poder usar toda la bufanda completa y no vas a tener la parte que sobre adentro de la campera, que es re incómodo.
- Podés hacer mejores imitaciones de tortugas saliendo de su caparazón y quizás hasta ganarte la vida haciendo eso en el teatro.
- Podés espiar algo o a alguien sin moverte de tu lugar.
- Tenés más cuello para apoyar cuando hacés el rol adelante.
- Trabajar de Diplodocus, dinosaurio cuello largo, en alguna remake de Jurassic Park.
- Trabajar vestido de avestruz en un zoológico para invitar a la gente a que pase.
- Ser el extraterrestre ET en una posible segunda parte de la película.
En eso me llama la dentista, me invita a que pase para comenzar con la extracción de mi muela.

Mientras caminaba hacia el sillón me acordaba de otra tribu Africana, los Himba, que cuando la tribu considera que uno de los niños ha llegado a la  pubertad, celebra un rito. Este consiste en que le extraen al jóven, de la forma más salvaje y sin anestesia alguna, los dos dientes incisivos inferiores. Se los arrancan de cuajo. Debe de ser uno de los momentos más desagradables de sus vidas. Es razonable que les duela, porque la práctica no lo realiza un profesional y lo hacen sin anestesia. Sin embargo, y de esto estoy seguro, yo la paso peor que los Himba porque mi dentista me pone anestesia, pero me hace mierda igual. Preferible que te agarren estos indios o sacarse las muelas como Tom Hanks en Náufrago, con un patín de hielo, antes que ir a este consultorio.

Siempre usamos la frase: “Es un indio” para hablar de alguien bruto, pero hay cosas más entendibles que la brutalidad de mi dentista.