A Felipe le encantaba ir a la casa de su abuelo los fines de
semana. No vivía muy lejos de su casa, pero, a veces, se le hacía imposible
poder visitar a su abuelito durante la semana. Felipe no era muy amigo de los
libros escolares. Sin embargo, si había algo que le encantaba era que le
cuenten historias. Pero no cualquier tipo de historia. Los dragones, monstruos,
fantasmas, hadas, príncipes, doncellas, nada de eso le atraía; sabía que
definitivamente estaban alejados de la realidad, y no podía esperar que nada de
eso le pasase. Le gustaban las historias que dejaban algún tipo de enseñanza,
alguna frase muy buena que luego repetiría todos los días. Y sólo su abuelo
podía contarte dichas historias.
El viernes estuvo toda la tarde aguardando el momento en el que el timbre
tocara y pudiera ir con su abuelo. Cuando al fin llegó el momento, corrió hacia
el auto rumbo a su casa. Se cambió rápidamente de ropa, y tomó su mochila, la
cual había armado previamente para no perder un segundo más. Antes de salir,
tomó su reloj y se lo puso.
En el viaje en coche, se dio cuenta que su reloj se había detenido. Y preguntó:
- Mami ¿El tiempo se detuvo? Porque esto marca las 6 hace un rato largo y no se
cambia.
La madre, no le prestó atención a aquella pregunta, y siguió concentrada en su
celular, y en el mensaje que estaba mandando.
En pocos minutos habían arribado al lugar tan esperado. Habían parecido largas
horas las veinte cuadras que recorrieron en menos de quince minutos, todo
producto de la ansiedad.
Se bajó del vehículo y fue corriendo a abrazar a su abuelo. El abuelo Pedro era
ya viejito. Tenía unos noventa y tantos, sin embargo se mantenía lúcido, y
hacía de todo menos estar en una mecedora, como muestran todos los cuentos.
Tenía las energías para jugar con su nieto, para salir a caminar, y lo que más
le sorprendía a Felipe era que tenía una imaginación tan grande, que podía
inventar historias en cuestión de instantes.
Ansioso, Feli le mostró a su abuelo el reloj que llevaba puesto.
- Abu, mirá. Tengo un reloj y me dice la hora.
- A ver, mostrame. ¿Qué hora es? – Dijo Pepe, como su familia lo llamaba.
No era amor por su nieto lo que tenía, era adoración, devoción. Como todos los
abuelos, compraba todas las cosas que podía a su nieto. Siempre había un
chocolate cuando él llegaba, una comida bien rica, y por la noche era imposible
que Felipe durmiera solo. Había algo que le impedía a Pedro dejarlo en una
habitación aparte. Y por eso, ambos optaban por juntar las camas del cuarto de
invitados, y dormir juntos. En realidad, dormir era lo que menos hacían. Entre
historias, anécdotas, películas, chistes, la noche se pasaba.
- Igual no sé qué le pasó abue. Se quedó parado. ¿Se paró el tiempo? ¿Van a ser
siempre las 6?
Su abuelo echó a reír. La inocencia de su nieto, lo convertía en una persona
dulce. Pero a pesar de estas preguntas, Pipe, como su abuelo amaba decirle, era
una persona muy madura.
- No hijito, el tiempo no se puede detener. Cómo quisiera que sí se pudiera.
Haría tantas otras cosas, y revertiría algunas de mi pasado.
Estas palabras tocaron al niño, el cual interrogó: - Pepe ¿vos fuiste felíz
antes cuando eras chiquito? Porque ahora siempre te reís. Y tenés muchas
arruguitas verticales. ¿Vos sabías que las arrugas verticales son de alegría?
Porque viste que cuando te reís, los cachetes se levantan, y se te hacen
pocitos a los lados.
Su abuelo hecho a reír nuevamente.
- Fui muy felíz. Al menos traté de serlo. Siempre hay percances en la vida
hijito. Nunca nada es tan fácil como los cuentos lo plantean. Y… hablando de
cuentos y de tiempo, ¿vos sabés que justo ayer estaba leyendo uno muy lindo? En
realidad era una poesía. ¿Querés escucharla?
El joven accedió con su cabeza. Mientras su abuelo leía, él preparaba la mesa,
para que el viejito no tuviera que interrumpir su lectura. Así fue como
comenzó:
- “Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una
mano y encadenar un alma, uno aprende que el amor no significa recostarse y una
compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender que los besos no son
contratos, y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas
con la cabeza alta y los ojos abiertos,
no con el dolor de un niño... Uno aprende a construir todos sus caminos en el
hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes... Y los
futuros tienen una forma de caerse en la mitad, y después de un tiempo uno
aprende: que si es demasiado, hasta el calorcito del sol quema. Así que uno
planta su propio jardín y decora su propia alma,
en lugar de esperar a que alguien te traiga flores... Uno aprende que realmente
fue de aguantar, que uno es realmente fuerte, que uno realmente vale y uno
aprende y aprende...
con cada adiós uno aprende. Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque
te ofrece un buen futuro significa que tarde o temprano querrás volver a tu
pasado. Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus
defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que
deseas. Con el tiempo te das cuenta de que si estás al lado de esa persona sólo
por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás deseando no volver a
verla. Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados, y que el
que no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado sólo de amistades falsas.
Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden
seguir lastimando a quien heriste, durante toda la vida. Con el tiempo aprendes
que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es sólo de almas grandes.
Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente, muy
probablemente la amistad jamás volverá a ser igual. Con el tiempo te das cuenta
que aunque seas feliz
con tus amigos, algún día llorarás por aquellos que dejaste ir.
Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es
irrepetible. Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un
ser humano, tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios. Con
el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionará
que al final no sean
como esperabas. Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era
el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.
Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás
terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado. Con el
tiempo aprenderás que
intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que
necesitas,
decir que quieres ser amigo, ante una tumba, ya no tiene ningún sentido.
Pero desafortunadamente, sólo con el tiempo..."
Todo había sido tan emocionante para el niño, que por poco echa a llorar.
Muchas cosas de verdad se veían en ese cuento. Y parecía que el pasado de su
abuelo se conjugaba con el poema a medida que lo leía, y esto se notaba en la
entonación que éste le daba, las frases que remarcaba. Y una vez que concluyó
con su relato, ambos se miraron. Eran el fiel reflejo uno de otro. Pedro vio en
su nieto ese espíritu aventurero que él tenía cuando era más chico, y que sus
huesos ya no le permitían retener. Vio esa sonrisa siempre esbozada, y esa
ternura; realmente lo llenaba de alegría. En ese cruce de miradas, su abuelo
pensó: “Es lo único hermoso que tengo. Puedo tener fortunas inmensas, mansiones
enormes, puedo llegar a ser el rey de todo un territorio; pero nunca lograré
que se hinquen de rodillas ante mí. Sólo los niños tienen ese poder, de con su
majestuosa bondad, hincar hasta la persona más popular y famosa que exista.
Cuando saludamos a un niño o lo abrazamos, generalmente, nos agachamos para
quedar a su altura. Y eso es lo hermoso”. Acto seguido, y casi reflejo, el
abuelo se arrodilló y abrazó a su nieto.
- El tiempo es tan complicado de entender hijito – Dijo medio nostálgico.
-Desde siempre las personas intentaron dominar el tiempo. La máquina del tiempo
es el retrato más acertado. Pero es inmanejable, una de las cosas que el hombre
no tiene al alcance. Lo que con éxito ha podido hacer es darle forma, contarlo,
como en el caso del reloj. ¿Nunca te fijaste que es tan complejo que incluso es
la única unidad de medida que se divide en 60? Todas las demás se rigen por los
10 o los 100, pasando de una unidad a otra dependiendo la cantidad de ceros que
esta tenga. ¿Por qué entonces el tiempo tiene que medirse en 60? Pero a la vez
tampoco se mide en 60. Se mide en 1 (hora), en días (24 horas, ¿no era en 60
que se medía?). En semanas (7 días, ¿No va el 24 acá? ¿El 60 tampoco?). En
meses (31 días, 4 semanas). En años (365-366 días, 12 meses, algo así como 40 y
pico de semanas). En décadas, lustros, siglos, milenios.
- Es algo impresionante abue. – Dijo el niño sorprendido. El otro día la
escuché a mamá hablar con papá y dijo: “El tiempo no perdona”, que gran frase.
Igual, me parece un poco egoísta que no perdone. Todos cometemos errores, hay
que saberlo, entonces es importante perdonar.
Su abuelo rió nuevamente ante la dulce ingenuidad del joven.
- Es muy cierto, Pipe. Lo vemos en los edificios, en las personas, en los
rostros, en la forma de pensar, en los gobiernos, en la naturaleza. El tiempo
no deja afuera absolutamente a nadie. Los surcos que se forman en la cara no
son fruto de la naturaleza, es signo del paso del tiempo. El mismo día y noche
son ataduras del tiempo. Y sí, ¿¡viste que egoísta que es que no perdona!?
- Otra cosa abuelo. Supuestamente vivimos en el presente. ¿Por qué mamá y papá
siempre piensan en mi futuro? Es como que no viven ahora. Y siempre piensan en
cuando crezca. Yo quiero seguir así por ahora. Es más ya le dije a papá que
quiero ser un tipo Peter Pan. – El muchacho ironizó con esto, sabiendo que era
sólo una película y no podría hacerlo. Sin embargo, le hubiese gustado.
- Sí, tenés razón, vivimos en el presente, pero… atados por el pasado y regidos
por el futuro. Si no hubiésemos tenido ese pasado, ¿quién sabe si estaríamos
hoy aquí en este presente, y si llegaríamos a ese futuro que esperamos? El
futuro es algo incierto que puede caerse en un abrir y cerrar de ojos. El
presente, ¿Qué presente? Es casi algo abstracto. Hablar de presente reúne
hablar de futuro y pasado. Pues si hablo de que estoy escribiendo, ya es parte
del pasado, y se hablo de que vamos a pasar una noche juntos en mi casa, es
parte del pasado y del futuro. Los tres tiempos se conjugan perfectamente en todo.
Luego de esta explicación Pipe no entendía absolutamente nada. Viendo esto en
su rostro, su abuelo replicó:
- Es algo realmente complicado de razonar. Y desafortunadamente, o
afortunadamente, nadie puede manipular el tiempo. ¿Qué harían con él? Nada bueno
supongo viendo todo lo de mí alrededor.
La charla fue interrumpida. La comida debía ser preparada. Y para eso se alistó
su abuelo. Sin embargo, que la charla haya sido interrumpida, no quiere decir
que Pedro no haya seguido reflexionando: Todo es tan psicológico hoy en día. El
frío dicen que es psicológico, el calor también. El miedo es psicológico, ser
valiente también. ¿Por qué no puede serlo el tiempo también entonces? Es que
efectivamente lo es. ¿Por qué una hora para alguien que espera puede serle como
un día entero? ¿Por qué para el que está feliz tiene que sucederle todo tan
rápido? ¿Por qué para el angustiado su tiempo no termina nunca? En ciertos
momentos el tiempo dura mucho más de lo que dura el tiempo, o en caso
contrario, pasa volando. A caso ¿nunca les pasó que duermen sólo una hora y se
sienten tan descansados como haber dormido dos días seguidos? Lo importante no
es analizarlo minuciosamente, sino vivirlo. Vivir cada segundo que se nos pasa.
Como decía el poema, ¿De qué nos sirve perdonar, amar, agradecer, a alguien en
una tumba? Disfrutar pensando cada momento, atesorando cada momento. Lo peor
que uno puede hacer es sentir, cuando uno es viejo, que no ha vivido.
Este pensamiento fue asaltado por una pregunta del niño:
- Tata, en el colegio la seño le dijo a un compañero, que su perrito había
muerto, que “El tiempo cura las heridas” ¿Es verdad?
Para su adentro, Pepe razonó: ¿El tiempo? ¿A esto también le echamos la culpa
al tiempo? Nosotros curamos nuestras propias heridas. O nos olvidamos de esas
cosas que nos hacen mal, o las reemplazamos por momentos lindos, o hacemos
cosas para olvidarnos de alguien. Sí, el tiempo influye. Pero más influye tu
tiempo mental, cuanto querés que dure ese sufrimiento. Cada cual tiene manejo
de su propio tiempo. ¿Por qué a algunas personas les toma 3 horas estudiar algo
y a otras tan sólo 15 minutos? ¿Cuál es el factor que influye? La noción de ese
tiempo.
- Sí, es algo complicado todo esto que estamos hablando Pipe. Después de comer
vamos a mirar “Dèjá vú”, juega mucho con esto del tiempo. ¿Te parece?
- Buenísimo. Primero comamos, porque tengo un hambre atroz – Aclaró el niño
sonriendo.
El abuelo sabía que el tiempo era largo, y más largo en espera. Sabía todo lo
que al niño le había dicho. Pero si de algo era consiente, es que su tiempo no
iba a ser mucho más largo. No por austero y pesimista, sino por lógico y
realista.